Sylvia Schmelkes es mexicana, reconocida socióloga e investigadora sobre el tema de la educación intercultural y la educación de personas jóvenes y adultas. En esta entrevista, la presidenta del Instituto de Investigaciones para la Evaluación de la Educación (INEE), de México, presenta su mirada sobre la promoción de la interculturalidad en América Latina y el Caribe y defiende la participación democrática en las escuelas como forma de cambiar las prácticas de convivencia y favorecer la educación intercultural. “Las relaciones en nuestras sociedades pluriculturales no son todavía interculturales, si las entendemos como relaciones basadas en respeto, en posiciones de igualdad y mutuamente enriquecedoras. Hay que educar para llegar a eso, lo que implica una educación anti-racista, una formación valoral y una apertura de alteridad desde este plano del respeto”.
Hay distintas formas de entender qué es una educación intercultural, incluso en la manera en que los países la conciben en sus políticas educativas. ¿Podría presentarnos qué concepciones están en disputa?
El asunto más importante en este debate tiene que ver con el hecho de que la educación intercultural, con ese término, ha sido reducida a la educación destinada a los pueblos indigenas. Aunque la educación destinada a los indígenas debe ser intercultural, no se puede reducirla a eso porque si la educación intercultural no es para todos, difícilmente se pueda llamar de intercultural. Entonces hay un campo de la educación intercultural que es justamente de la educación anti-discriminatoria, anti-racista, que implica una formación valoral que tiene que ver con la mirada del otro, con el respeto al otro diferente, con el aprendizaje y la apertura de horizontes justamente por conocer al otro, del que se habla muchísimo menos. Parte del debate está justamente ahí, es decir: qué tan limitada o qué tan amplia es esta visión acerca de la educación intercultural.
Son pocos los países – entre ellos Perú y México – que han planteado la educación intercultural para todos. En general, cuando se habla de educación intercultural nos estamos refiriendo a una aproximación a la educación indígena que implica un trabajo con la identidad y la cultura propia, pero que también implica una apertura a la cultura universal, a la sociedad nacional, y una relación con esta sociedad desde un plano de igualdad.
Otra parte del debate tiene que ver con la manera como ciertas organizaciones indígenas, y sobre todo algunos países de la región, entienden este tema. Porque lo que los indígenas sostienen es que la educación intercultural – entendida en un sentido hasta cierto punto limitado – dá una idea de una relación armónica entre los pueblos indígenas y las sociedades nacionales dominantes. Y estas organizaciones sostienen que eso no es posible porque son más de 500 años de explotación detrás y que la educación intercultural debe visualizarse desde una relación de conflicto en donde esta historia es de alguna manera considerada y donde los indígenas entran al escenario de las relaciones interculturales desde esta perspectiva de reivindicación o de conflicto. Desde los Estados, en cambio, lo que persigue la educación intercultural es una relación mucho más respetuosa y desde planos de igualdad entre las culturas diferentes. Efectivamente ahí no está presente esta visión de conflicto. Yo diría que esas son las dos cuestiones que más se debaten respeto a este tema en la región.
¿Por qué en general las políticas educativas sólo aseguran educación intercultural a los niveles más básicos de formación? ¿Hay un avance en términos de oferta de educación para personas jóvenes y adultas, la secundaria y las universidades?
Esto es parte de la manera como históricamente se ha desarrollado este asunto en la región. Se había entendido que la educación destinada a los pueblos indígenas aseguraba que los pueblos se integrarían a las sociedades nacionales y un arma muy importante para esta integración o incorporación era el dominio del castellano, que se lograba en los primeros años de escolaridad. El énfasis de la educación que ahora se llama intercultural – que a principio era una educación indígena – está en los niveles de la educación pre-escolar y primaria, elementar fundamentalmente.
Luego eso ha venido cambiando con el tiempo y hay intentos en algunos países de la región por extender esta educación a otros niveles educativos. Creo que hay muy pocas experiencias a nivel secundario, previas a la universidad, y lo que tenemos es más bien una debilidad de propuestas.
Lo que sí ha crescido en la región es el asunto de llevar la educación intercultural a nivel universitario y hay un crecimiento muy notable de universidades interculturales o de programas interculturales de universidades convencionales destinados a abrir sus puertas a la población indígena. Hay una tendencia muy clara a reconocer que la educación intercultural no se puede reducir a la educación primaria y que es necesario llevarla a todo el sistema educativo.
En sus reflexiones sobre el tema, usted plantea educar para la interculturalidad como forma de combatir las desigualdades presentes en todas las sociedades. En este sentido, ¿de qué manera la educación intercultural contribuye a la construcción de relaciones más inclusivas?
Eso ocurre en la medida en que entendamos que la educación intercultural es para todos. Cuando hablamos de educación intercultural para la población dominante, estamos hablando de una educación que permite desmontar un racismo que está muy arraigado en las sociedades latinoamericanas. La posibilidad de llevar la educación intercultural a los sectores mayoritarios permite justamente cuestionar a fondo esta visión limitada acerca de las diferencias culturales y lingüísticas que existen en cada uno de los países. Entonces uno puede suponer que estamos educando para la interculturalidad.
Las relaciones en nuestras sociedades pluriculturales no son todavía interculturales, si las entendemos como relaciones basadas en respeto, en posiciones de igualdad y mutuamente enriquecedoras. Hay que educar para llegar a eso, lo que implica una educación anti-racista, una formación valoral y una apertura de alteridad desde este plano del respeto. Y esto conduce a sociedades inclusivas porque se esperaría que una educación valoral muy profunda lleve a que las relaciones vayan cambiando y que los egresados de los sistemas educativos que han pasado por un proceso de esta naturaleza ya no tomen decisiones que excluyan ni vulneren a sectores culturalmente distintos.
¿Cuáles son los desafíos en el tema de la formación adecuada de docentes para promover este diálogo entre culturas de manera efectiva?
Los sistemas educativos latinoamericanos han estado fundamentados en un paradigma de homogeneidad. La idea es: o somos iguales o tenemos que llegar a ser iguales. El sistema educativo es un mecanismo para lograr esta homogeneización y este es el paradigma dominante vigente desde el principio del siglo 20.
Cuando hablamos de este tema, implica romper esta visión hacia un primer conocimiento de la diversidad – porque en parte este afán homogeneizador nos tapó los ojos a todos los que pertenecemos a esta sociedad a que existía esta diversidad. El segundo punto es reconocer que esa diversidad es un valor.
Esto implica una formación totalmente distinta de los docentes. Ellos tienen que llegar a abrazar este enfoque intercultural de la educación en donde de lo que se trata no es de llevar a ser todos iguales, sino reconocer que todos somos diferentes, de reconocer en esto una riqueza, y atender esta diversidad. Aprovechar pedagógicamente esas diferencias también es un cambio paradigmático. La educación intercultural tiene que estar muy presente en todos los procesos de formación inicial y continua de docentes.
En un aspecto más amplio, la educación intercultural exige nuevas formas de plantear la diversidad cultural y de género. ¿Por dónde se deben empezar los cambios en una escuela y cuál es la importancia de las prácticas cotidianas de convivencia en la propia escuela?
El currículo y los contenidos educativos son algo fundamental pero otra parte esencial, a lo mejor hasta más importante, tiene que ver con las relaciones que se llevan a cabo al interior de una escuela. Es lo que conocemos como el currículo oculto y que sabemos que tiene un enorme potencial para formar sobre todo en cuestiones valorales como de las que estamos hablando.
Una de las cosas que habría que empezar a reconocer es que es necesario trabajar muchísimo el auto reconocimiento de los sujetos, de tal manera que cada quien pueda sentir que se puede definir desde lo que es, y que nos es necesario ni que esconda lo que es, ni que deje de crecer a partir de lo que es, sino que justamente todos tenemos que valorar esa diferencia.
Y lo otro que ayuda a favorecer la interculturalidad es el estilo democrático al interior de las escuelas. La posibilidad de tener estilos participativos en donde se definan reglamentos de convivencia en forma democrática, en donde se revisen de una manera crítica y continua nuestras formas de relacionarnos, en donde los conflictos que se generan en esta convivencia cotidiana sean objeto de análisis desde el punto de vista moral y valoral de forma tal que esto pueda transformar parte de lo que llamamos currículo oculto, como resultado de la formación en la convivencia diferente.
¿Usted conoce en América Latina y el Caribe experiencias de una política de educación intercultural que esté presente en todo el sistema educativo?
Creo que no hay ningún país que haya logrado realmente instalar la educación intercultural en todo el sistema educativo. Ahora sí creo que hay esfuerzos sumamente interesantes. Por ejemplo el caso de Bolivia es especial y tiene que ser analizado de cerca porque hay una población indígena muy fuerte, hay un gobierno que es propiamente indígena, hay un proceso importante de reivindicación de las culturas y de las lenguas indígenas y eso está incidiendo de una manera notable en las decisiones educativas que está tomando el país. No se puede decir que la educación boliviana es enteramente intercultural, pero hay una intención de ir caminando hacia allá.
El caso de Perú es interesante porque yo creo que fue el primer país en América Latina que a nivel de legislación incluyó la educación intercultural para todos. Entonces desde el punto de vista de una preocupación explícita a nivel discursivo de lo que tiene que ser la educación intercultural es un país que lo tiene como algo interesante. Ahora todavía no se traduce en prácticas diferentes, aunque haya avances importantes en años recientes.
El caso de México tiene algunos procesos importantes aunque pequeños, no sistémicos. Hay un intento por instalar la enseñanza de la lengua y la cultura propia a nivel de educación secundaria. Y hubo una experiencia con 11 universidades interculturales en el país. Aunque son todavía muy pequeñas, tienen propósitos de educación relevante desde el punto de vista social, lingüístico y de formación profesional para el desarrollo de regiones indígenas. Y recientemente se ha desarrollado un programa especial de educación intercultural que es transversal a todo el sistema educativo. Existe en el papel y todavía no se ve cómo se va traducir eso en lo concreto, pero también vale la pena considerar como ejemplo de una intencionalidad política.
Hay experiencias muy exitosas de educación intercultural con indígenas, incluso con poblaciones mayoritarias, pero son solamente pequeñas. No son experiencias a nivel de sistemas educativos completos.