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¿Cuánto avanzaron los medios de comunicación en relación a temas de género desde el siglo pasado?

Por Mariana Fernández Camacho
Fuente: Comunicar Igualdad

El 13 de agosto se realizó en Buenos Aires el Seminario Regional de Comunicación y Género “El debate regional en el contexto de Beijing + 20”, organizado por la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad, la Fundación Friedrich Ebert y la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, con el auspicio de la Alianza Global Medios y Género coordinada por UNESCO. Aquí una crónica de cada panel, con las experiencias de Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay y Venezuela y el debate en torno a libertad de expresión, derecho a la igualdad y políticas públicas de comunicación y género.

Desafiando las predicciones meteorológicas de sudestada, más de 70 personas se reunieron el jueves 13 de agosto en el auditorio de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual de Argentina para participar del “Seminario Latinoamericano de Comunicación y Género”, organizado por la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad, la Fundación Friedrich Ebert y la Defensoría, y auspiciado por la Alianza Global Medios y Género, que coordina la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Durante todo el día, y con la propuesta de promover la equidad de género en los medios de comunicación, se intercambiaron tensiones, avances y deudas de la región a 20 años de la aprobación e implementación de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing (PAB).

“Los servicios de comunicación audiovisual tienen un rol trascendente en la vida de las democracias, porque es en la radio y en la televisión donde se exterioriza el derecho humano a la comunicación. Desde mi punto de vista, parte del problema que tenemos es que no hemos logrado modificar la matriz simbólica hegemónica de los medios de comunicación y eso impone una mirada excluyente. No vale lo mismo la muerte de una mujer de Recoleta que la de una chica trans del bajo Flores. Ni siquiera las publicidades reservan el histórico espacio doméstico y privado a todas las mujeres, porque Mr. Músculo no ayuda a las trabajadoras de casas particulares, ayuda nada más que a las mujeres de tez blanca y de clase media. ¿Dónde están las campesinas? ¿Dónde están las obreras y las mujeres de los pueblos originarios?”, interpeló la Defensora del Público, Cynthia Ottaviano, en la apertura del Seminario.

Durante su intervención de bienvenida, Sandra Chaher, presidenta de Comunicación para la Igualdad, mencionó la importancia de sumar el debate regional a las discusiones internacionales por Beijing +20. Sobre todo, a partir de los adelantos normativos en relación al “Capítulo J” de la PAB sobre medios de comunicación que en los últimos cinco años registraron algunos países: “Se presentan escenarios nuevos e interesantes para hablar de comunicación y género”. En la misma línea, desde la Friedrich Ebert, María Rigat hizo hincapié en dar un seguimiento a este proceso de conjunción entre comunicación y género, y en trabajar fuertemente en la institucionalización de la perspectiva de género en las políticas públicas para que la igualdad deje de ser un tema de mujeres y se convierta en parte integrante de la gran política.

A 20 años de Beijing – Precisamente dedicado a evaluar qué se ha hecho hasta la fecha en materia de comunicación y género en la región desde 1995 —año de redacción de la Plataforma de Acción de Beijing—, el primer panel estuvo a cargo de María Julia Rodríguez, integrante de la Cancillería de Argentina; Guilherme Canela, representante de UNESCO Cono Sur; Claudia Florentín Mayer, co-coordinadora de Argentina del Proyecto Monitoreo Global de Medios de la Asociación para las Comunicaciones Cristianas (WACC); y Alejandra Davidziuk, integrante de la Asociación Mundial para el Progreso de las Comunicaciones (APC).

Entre los comentarios hubo acuerdo en señalar una mejor imagen de representación de las mujeres en los medios, pero muy poco avance en las estructuras laborales: se cuentan dos varones por cada mujer en las redacciones, y menos aún entre los cargos directivos y técnicos. También se dieron números precisos sobre el incremento sostenido de notas reportadas por mujeres en los temas más importantes, aunque seguimos siendo las menos cuando se informa sobre Política y Gobierno. Finalmente, otra tendencia global marca que en la región predominan las noticias que o refuerzan los estereotipos de género o ni los refuerzan o desafían. “Aun cuando el incremento de mujeres es alentador, en Argentina y en América latina las cifras y los análisis cualitativos son un recordatorio de que la ‘imagen del mundo’ que reflejan los medios noticiosos —los rostros que vemos, las voces que escuchamos— sigue siendo abrumadoramente masculinas, y se continúan desaprovechando oportunidades de cambios desde la tarea periodística”, concluyó Florentín Mayer, a partir de su experiencia de trabajo en el único monitoreo de medios que se realiza a nivel mundial.

El pantallazo sobre las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) resaltó dos grandes faltas: por un lado, no existen políticas públicas de desarrollo de la sociedad de la información que contemplen la perspectiva de género. Es decir, se avanzó en la creación e instalación de infraestructura, en el acceso a computadoras y se dieron mejoras de servicio de conectividad, pero no hay acciones y políticas específicas con perspectiva de género. Así, entonces, aumentan las mujeres usuarias pero no las generadoras de contenido. Tampoco hay estadísticas que permitan visibilizar la situación y proponer soluciones.

¿Libertades y derechos contrapuestos? – Imposible fue abstraerse durante el Seminario de la “manoseada” relación entre la libertad de expresión y el derecho a la igualdad. En su intervención, Víctor Abramovich, ex integrante de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH), compartió su opinión sobre cómo abordar la libertad de expresión para que pueda ser inclusiva de todos los sectores: “Es necesario pensar la libertad de expresión en una doble dimensión: como un derecho individual pero también como un derecho social que procura garantizar un debate abierto como garantía de funcionamiento de los sistemas democráticos en la región. Y esto implica pensar en mecanismos e intervenciones estatales, pero también en políticas públicas para incluir en la esfera pública-política en un sentido amplio. O sea, generar mecanismos de pluralismo en los medios de comunicación y combatir la concentración de medios, que hoy creo que es uno de los grandes factores de exclusión de sectores de la esfera pública. También, abordar problemáticas que tienen que ver con las representaciones sociales y los estereotipos discriminatorios en el ámbito de los medios y cómo revertirlos, como parte de las agendas de igualdad en la región”.

Por su parte, Guilherme Canela aclaró: “La libertad de expresión tiene que estar al servicio de todos y todas, porque se define como el derecho de transmitir informaciones, opiniones e ideas pero también de recibir y de buscar. En ese marco, los conceptos de pluralismo y de diversidad son centrales. Además, lo fundamental es no poner la libertad de expresión en conflicto con otros derechos”.

Políticas y experiencias en comunicación y género – En los paneles de la tarde se apuntó a conocer y a analizar concretas políticas públicas y experiencias en comunicación y género de Argentina, Uruguay, Colombia, Venezuela y Brasil.

Desde el colectivo feminista Cotidiano Mujer, la uruguaya Lilián Celiberti puso sobre la mesa los desafíos de su país: “Estamos paralizados, sin la plena aplicación de la ley de servicios de comunicación audiovisual votada en diciembre pasado que significará un avance sustantivo en la definición de políticas. Vivimos, entonces, un momento de impugnaciones. En ese marco, la consideración de las dimensiones de género están básicamente en la agenda de las mujeres y todavía no ha ganado la suficiente legitimidad, como sí la tenemos en otros campos de la acción política: por ejemplo, se acaba de promulgar en el Senado la media sanción del sistema nacional de cuidados. Es decir que en lo que tiene que ver con la violencia mediática y simbólica sobre las mujeres —la manera en que estamos representadas en los medios—, todavía tenemos un gran atraso y básicamente se trata de un tema de las mujeres periodistas y de las redes y organizaciones feministas”.

Sandra Chaher se ocupó de la situación nacional y remarcó que Argentina tiene el marco normativo más desarrollado junto a Venezuela, en el contexto regional. Dividió los instrumentos en las llamadas “políticas blandas” y “políticas duras”. Entre las blandas —pero no menos relevantes, porque apuntan a la transformación sobre todo en temas culturales—, se mencionó la creación del Observatorio para la Discriminación en Radio y Televisión y de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual. También, la recepción de denuncias por parte del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Como política dura, Chaher recordó las sanciones de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA): desde octubre de 2010, se iniciaron 200 sumarios por violencia mediática y 94 por discriminación de género, de los cuales 230 se acogieron voluntariamente a las sanciones y 64 no. Otra política dura fue el armado de la Oficina de Monitoreo de Avisos de Oferta Sexual, que logró que el 85% de los medios gráficos de todo el país no publiquen más avisos de oferta sexual. Entre las faltas, se mencionó que todavía no existe un organismo del Estado ante el que denunciar vulneraciones de derechos en prensa gráfica y digital.

Menos alentador fue el panorama brasilero que describió Marisa Sanematsu, socia fundadora del Instituto Patricia Galvao, una organización no gubernamental que defiende los derechos de las mujeres a través de acciones de comunicación. “En Brasil no contamos con una ley de medios. Tenemos mucha urgencia de ese debate, pero hay resistencia a desconcentrar el poder de los medios y a regular los contenidos de la comunicación, porque desde los mismos medios se difunden como iniciativas del gobierno para censurarlos en sus críticas a la situación económica, por ejemplo. En esa coyuntura, el movimiento feminista brasilero organiza foros de discusión y campañas por la libertad de expresión, con una perspectiva de género anti-sexista, anti homofóbica, y por el derecho al acceso a la comunicación en cualquier lugar del país”.

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