Por Renato Opperti
En el presente artículo, Renato Opperti, sociólogo de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco (OIE-UNESCO), explicita las distintas perspectivas presentes en el debate sobre educación inclusiva en América Latina, así como los desafíos que los países enfrentan para lograr que una concepción integrada de la educación inclusiva se traduzca en políticas y en prácticas eficaces.
Este texto forma parte de la publicación “Adolescentes y jóvenes en realidades cambiantes. Notas para repensar la educación secundaria en América Latina“, de Néstor López, Renato Opertti y Carlos Vargas Tamez (Unesco, 2017), que aborda la necesidad de recuperar la confianza de los y las jóvenes y adolescentes en la educación y de llegar a construcciones sociales de la juventud más completas y positivas entre los y las educadores/as, los padres y madres, las comunidades y las autoridades educativas.
A continuación, lea una parte del artículo. (Para acceder al texto completo, pinche aquí.)
“La Agenda de Educación 2030, aprobada en mayo de 2015 en Incheon, Corea (UNESCO, 2015a), posiciona a la educación inclusiva como uno de los ejes centrales de transformación de la educación y de los sistemas educativos (UNESCO-OIE, 2015). A la luz de esta visión, América Latina tiene una formidable ventana de oportunidades para repensar la educación inclusiva como ingrediente clave de una nueva generación de políticas sociales y educativas, de cara a los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (Naciones Unidas, 2015).
El presente documento desarrolla tres dimensiones de análisis que pueden ayudar a posicionar esta nueva agenda mundial a escala regional. En primer lugar, se analizan cuatro ideas fundamentales sobre la educación inclusiva (Opertti, Zachary y Zhang, 2014; Opertti, 2015) que marcan el debate internacional de los últimos 70 años – como derecho humano y bien público, como atención a grupos con necesidades especiales, como priorización de situaciones de exclusión y marginalidad y como eje de transformación del sistema educativo – junto con algunas de sus implicancias para la región.
En segundo lugar, se argumenta que el desarrollo de la educación inclusiva en América Latina está, en gran medida, permeado por estas cuatro ideas enunciadas. Al respecto –y aproximadamente durante la última década y media–, en la región se han verificado significativos avances en aspectos normativos y en condiciones educativas que, si bien contribuyen a efectivizar el derecho a la educación y allanan el camino para la inclusión, todavía no logran arraigar una concepción integrada de la educación inclusiva que se plasme en políticas y, sobre todo, en prácticas eficaces. En efecto, la educación inclusiva continúa siendo una asignatura pendiente en la región, bajo gobiernos democráticos con énfasis políticos, económicos y sociales marcadamente diferentes.
En tercer lugar, se identifica una serie de tensiones y desafíos vinculados con los dilemas de política específicos de un enfoque de educación inclusiva. Entre otros desafíos, se mencionan la necesidad de: i) tejer políticas públicas claramente direccionadas, sostenibles y de largo aliento; ii) convencer a múltiples instituciones y actores acerca del valor de la inclusión; iii) forjar un currículo inclusivo, sustentado en un marco de referencia común, que constituya la base para responder al hecho de que cada persona es especial y singular; iv) iconcebir a los centros educativos como comunidades de aprendizaje, sustentadas en el liderazgo de los directores de los centros educativos y en el empoderamiento de los docentes; y v) forjar un docente inclusivo, que entienda y aprecie la diversidad de sus estudiantes. Finalmente, nos preguntamos si un renovado énfasis en la educación inclusiva, inscripto precisamente en el marco de la Agenda Educativa 2030, no supone repensar los propósitos educativos y la concepción del sistema educativo, de cara a forjar un desarrollo sustentable convocante, componedor de diversas posturas, renovadamente justo y equitativo”.
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