Por Andrea Godoy y Francisco Scarfó
El tema de educación y diversidad sexual en la cárcel suele ser una problemática, aún más cuando abordado desde la política pública para la educación en contextos de privación de libertad y en la formación docente.
En 2006, se sancionó en la Argentina la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) que establece que: “Todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada… A los efectos de esta ley, entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”.
No obstante, afuera de la cárcel no se logra su plena implementación en Argentina y, como sabemos, todo lo que pasa “adentro” se potencia, se hace extremadamente crudo en términos de presencia o ausencia. En las escuelas que están en las prisiones se suele detener más en el tema “reproductivo” y el “rol de la mujer” con pizcas de perspectiva de género – incluyendo el tema de violencia de género -, pero sin un abordaje amplio que incluiría el campo político hegemónico que reproduce los binarismos.
Es decir que el tema de educación y diversidad sexual no está presente en la currícula o en los proyectos escolares o no considera el colectivo LGBTQIAP (Lesbianas, Gay, Bisexuales, Trans, Questionando para quienes dudan de su identidad, Intersexual, Asexual y Pansexual), que abreviaremos desde aquí como LGBT+, a la hora de pensar una acción institucional-pedagógica. Tal vez esto último sea lo que sopese en la escuela en la cárcel.
La población LGTB+ es un colectivo social proporcionalmente pequeño en la cárcel pero a la vez requiere una atención educativa especialísima. Junto a las mujeres, a los/as niños/as que están con sus madres y las personas con discapacidad en la cárcel son los grupos en situación de franca vulnerabilidad.
Con solo recordar que la cárcel esta pensada históricamente para “varones” y gestionada en general por éstos, ya marca una impronta de olvido, y en un punto, de rechazo a este colectivo ya que se organiza para hombres y mujeres y el resto se “acomoda” a la falta de consideración de sus necesidades, demandas y realidades. Digámoslo con precisión: la cárcel y la escuela son instituciones de la modernidad: machistas y patriarcales.
Atención que también se percibe tanto en los sistemas penitenciarios como en los escolares cuando sus funcionarios/as se autoperciben con una sexualidad diferente al mandato heteronormativo generando grandes contradicciones en estos sistemas rígidos pensados en una lógica “binaria” de sexualidad y patriarcado.
En esta línea, no podemos dejar de situar que las cárceles sostienen dicha heteronorma bajo un brazo ideológico muy fuerte de la Iglesia Católica – hay sacerdotes/capellanes penitenciarios – con el amparo del Estado. Esta instalación generadora de “sentidos comunes” es de lo más complejo para desterrar, Sin embargo, entendiendo que lo cultural es una construcción con imaginarios sociales instituidos, tenemos el desafío de transmitir la posibilidad de construir nuevos sentidos, más inclusivos y con mayor respeto de los Derechos Humanos.
Hay avances con la conformación de pabellones o sectores dentro de la cárcel para que residan personas del colectivo LGTB+, pero en general son alojados/as junto al de ofensores/as sexuales, en una homologación de la ofensa sexual que representan por su orientación asumida. Por otro lado, existen pautas de convivencia en algunas unidades penales que resguardan que no convivan en los mismos espacios con otras mujeres u hombres cis género y también hay casos en que se reconocen su identidad de género autopercibida y registrada en sus documentos. Aun así, su tratamiento, en la gran mayoría del tiempo incluye el maltrato y violencia institucional.
El machismo y el patriarcado están muy fuertemente instalados en la cárcel y cuando se presentan este tema o cercanos a éste, los/as estudiantes enseguida muestran cierta incomodidad, lo genera o bien sonrisas socarronas o bien desprecio total por el que no es “macho”. Es que, como señala Rita Segato – antropóloga feminista e investigadora argentina – “La primera víctima del mandato de masculinidad es el hombre”. En el sentido en que deben primero dar cuenta a su colectivo de su hombría haciendo cosas que no tienen ganas o dejando de hacer las que si preferirían para asegurarse su permanencia.
En cuanto a la formación de grado y de la carrera docente va en línea con lo comentado hasta aquí. No hay un núcleo curricular en la formación docente que asuma este tema plenamente y si tal vez sea más común el tema de discapacidad, o violencia de género.
En definitiva, el contexto fundacional, hostil y de omisión que presenta la cárcel para con el colectivo LGTB+, el correlato de la invisibilidad que suele darse en las escuelas (también de las que están en la cárcel) y en la formación docente, son condiciones para nada favorables que suman al tema de educación y diversidad sexual, más allá de intentos malogrados por parte de organismos públicos y de una acción incipiente de la sociedad civil.
Al pensar el derecho humano a la educación, sea en la cárcel o fuera de ella, no puede omitir el tema de la diversidad sexual y en particular la atención al colectivo de LGTB+. Respetar, garantizar, promover y proteger el derecho a la educación en la cárcel conlleva a contar con acciones concretas que atiendan las demandas de los colectivos en situación de franca vulnerabilidad.
Ya hemos dicho la siguiente proposición: que haya maestros/as y escuelas públicas en la cárcel es condición necesaria pero no suficiente en términos de realización y desarrollo con calidad del derecho humano a la educación. La realidad del colectivo LTGB+ y el tema de diversidad sexual son una muestra cabal de lo que implica la formulación de esta proposición en el contexto de la educación en la cárcel.
Desde esta particularidad que los tiempos nos demandan es que el GESEC (Grupo de Estudio sobre Educación en Cárceles, Argentina) tiene en su agenda de acciones formativas, tanto internas como las dirigidas hacia la comunidad educativa y sociedad civil, sumergirse de lleno en la temática de género, colectivo LGTB+, realidades, luchas y desafíos que nos ocupan como sujetxs políticos de nuestra sexualidad.
Andrea Godoy, Presidenta del GESEC (Grupo de Estudio sobre Educación en Cárceles, Argentina), Lic. y Prof. en Psicología (UNLP)
Francisco Scarfó, Integrante del GESEC, Magíster en DDHH (UNLP), Prof. y Lic. en Cs. de la Educación (UNLP), docente educación de adultos en cárceles.