31/03/2017
El Ministro de Educación de El Salvador, Carlos Canjura, comenta la iniciativa que planea inserir la temática de la educación para la paz en la política educativa de este país
A principios del 2017, el Ministerio de Educación de El Salvador ha instituido el “Foro Cultura de Paz”, un espacio de reflexión y discusión sobre esta temática entre académicas/os, docentes y sociedad civil con miras a inserirla en el currículo nacional y en su política educativa. En esta entrevista al OREI, el Ministro de Educación, Carlos Canjura, comenta el contexto de esta iniciativa y plantea el rol de la educación en la promoción de la paz. “Hay que concebir la educación como una instancia, entre otras, que debe hacer lo suyo para construir paz social y capacidades de cultura de paz en la población asumiendo la complejidad del fenómeno de la violencia. La educación tiene la tarea de encarar a largo plazo la construcción de bases que permitan asegurar la profundización de una paz duradera, más que resolver en lo inmediato la situación”, afirma.
¿Podría presentarnos el contexto en que se ha impulsado la constitución de este foro para debatir la inserción de la cultura de paz en el currículo en El Salvador? ¿De qué trata esta iniciativa y quien integra este foro?
El “Foro Cultura de Paz” surge a partir de la necesidad de repensar lo andado por el sistema educativo y el país en materia de cultura de paz. Se trata de hacer un balance de estos 25 años transcurridos tras la firma de la paz, en el marco de la declaratoria de la Asamblea Legislativa de 2017 como año de la promoción de la cultura de paz, y de la solicitud del Presidente de la República de incorporar en el currículo nacional la cultura de paz.
Para fortalecer el sistema educativo a este respecto es sustancial plantearse la superación del autoritarismo histórico, en especial las tendencias que más nos afectan, entre estas, sin duda, la violencia, que tiene diversas expresiones en la sociedad y en la escuela.
Nuestro sistema educativo debe desarrollar un método, en el que a todo nivel gocemos de prácticas políticas y culturales ejemplares. Nuestro sistema educativo debe formar un carácter íntegro en el estudiantado, que comience por darle seguridad en lo que sabe y puede hacer. Estudiantes con conocimientos endebles serán profesionales inseguros y proclives a la corrupción y fácil presa del autoritarismo. La cultura de paz es una necesidad del sistema educativo y partimos de varias ideas fundamentales: el valor que damos al conocimiento; el reconocimiento a nuestros centros de educación superior; el aprecio por la escuela como centro de paz, que forja la convivencia en paz, así como un núcleo dinámico de la comunidad y espacio de integración de la familia en el proceso educativo.
En el centro del enfoque se encuentran: el reconocimiento de nuestras diferencias, el respeto a la dignidad de las personas, la convicción sobre nuestras capacidades para solucionar los conflictos sin violencia y el compromiso con la democracia. Creemos firmemente que una educación de calidad es la mejor contribución que podemos hacer al desarrollo de una cultura de paz.
¿Cómo el Ministerio de Educación planea estimular que este nuevo plan de estudio sea incorporado por las escuelas? ¿En el tema de la formación docente, cuáles son los desafíos para promover este diálogo sobre la no violencia y el cambio de las prácticas pedagógicas?
La estrategia del MINED avanza en tres direcciones. En primer lugar, el proceso de reflexión y de compromisos generados a través del Foro en la comunidad educativa y la sociedad civil. En segundo lugar, el desarrollo e implementación de la asignatura “Moral, urbanidad y cívica”. La asignatura tiene como eje temático la cultura de paz, con lo cual se busca desarrollar prácticas y dotar de instrumentos a los niños, niñas y jóvenes para resolver creativa y pacíficamente los conflictos que se les presentan.
En los últimos años hemos venido insistiendo en que uno de los nudos gordianos está en la calidad de nuestros docentes. Con ellos hay que encarar en primera instancia las formas tradicionales de enseñanza basadas en la reproducción de contenidos y en la ausencia de una profunda especialización disciplinar en tanto punto de partida de una constante reflexión pedagógica y metodológica centrada en el aprendizaje de capacidades ciudadanas y productivas. Formar cultura de paz implica docentes capaces de hacerlo, y esto no es tarea sólo de los docentes de una asignatura, sino de toda la planta nacional.
En un primer momento, la formación docente a este respecto iniciará con maestros y maestras de estudios sociales, pues ellos/as impartirán la nueva asignatura. No obstante, posteriormente, se pretende formar a toda la planta a este respecto. En esta línea se está trabajando con la Universidad de Chile, que nos hará transferencia tecnológica y de experiencias para montar una plataforma en línea que nos permita llegar a todos y todas los/as docentes.
Los datos sobre violencia indican que el problema está muy presente en la vida cotidiana de las y los adolescentes en América Latina y el Caribe y, en particular, en algunos países de Centroamérica. ¿De qué manera el Ministerio de Educación considera que la inserción de la paz en el currículo puede beneficiar los/as estudiantes de su país e impactar su trayectoria escolar?
Nosotros partimos de una concepción compleja de violencia, donde está claro que esta se manifiesta en diferentes formas y esferas de la sociedad. Hay una tendencia histórica nacional de la violencia como el modo privilegiado de gestionar conflictos políticos, sociales, familiares, etc. Asimismo, hay una serie de causas estructurales. De allí que hay que concebir la educación como una instancia, entre otras, que debe hacer lo suyo para construir paz social y capacidades de cultura de paz en la población asumiendo la complejidad del fenómeno de la violencia. La educación tiene la tarea de encarar a largo plazo la construcción de bases que permitan asegurar la profundización de una paz duradera, más que resolver en lo inmediato la situación.
El sistema educativo debe garantizar que la gestión escolar en general, así como la gestión pedagógica, coadyuven a la formación de capacidades ciudadanas, para que el/la estudiante tenga las herramientas, los conocimientos, las habilidades y las prácticas que le permitan asumir la construcción de paz como una responsabilidad. Los ambientes escolares son también un asunto clave, pues para formar ciudadanía es necesario un ambiente adecuado, donde el respeto, la tolerancia y la valoración de las diferencias nos impulsen a buscar creativamente formas y mecanismos de entendimiento productivo.
Por otra parte es fundamental señalar que la educación seguirá teniendo un papel central en la superación de desigualdades, las cuales son causa estructural de violencia. No obstante, los resultados no pueden esperarse en lo inmediato, sino como producto de procesos sostenibles.
Las y los estudiantes de distintos países de América Latina y el Caribe están planteando más espacios de participación dentro y fuera de las escuelas. ¿Cómo usted ve esa demanda por participación y por el reconocimiento de las culturas juveniles en los espacios escolares y su relación con la promoción de la cultura de paz?
Consideramos que el desarrollo de capacidades ciudadanas debe permitirnos construir ciudadanas y ciudadanos capaces de desenvolverse en diferentes esferas de la vida pública y privada. La formación de ciudadanía política hoy debe incluir además de la nación al mundo, además del ámbito electoral a la sociedad civil, así como la escuela y los nuevos escenarios públicos abiertos por el Internet. Asimismo es importante imaginar que la escuela y la comunidad son esas primeras instancias donde los/as jóvenes tienen sus primeras experiencias políticas o ciudadanas en un sentido amplio, por lo que dinamizar creativamente estos escenarios es clave para que estas primeras experiencias sean la base de posteriores participaciones responsables. Para esto necesitamos reinventar la escuela, acercarnos a la comunidad y formar a nuestros/as directores/as escolares, así como a los/as docentes, para que sean agentes de formación ciudadana.
Los espacios escolares deben afinarse y aprovecharse al máximo para que propicien un encuentro horizontal de expectativas, proyecciones e ideas entre la niñez y la juventud. El dialogo intergeneracional es clave. Necesitamos docentes que, desde su generación, dialoguen, intercambien y formen a una nueva generación ávida de desenvolverse públicamente.